sábado, 18 de enero de 2014

ARTE BAJO EL TERROR (I): TEATRO, CINE Y MACARTISMO

En agosto de 2011 las amenazas de muerte proferidas por una banda criminal contra doce grupos teatrales de barrios populares de Bogotá prendieron nuevamente las alarmas en el sector escénico colombiano, particularmente en el de la capital que convocó a una gran marcha pacífica en repudio por el infame hecho y como una muestra de solidaridad: el 30 de agosto de ese año numerosas organizaciones teatrales de la capital colombiana realizaron una marcha multitudinaria bajo el lema “Arte sí, amenazas no”. Este gesto y el apoyo de las autoridades locales evitaron que los miembros de los grupos amenazados tuvieran que abandonar la ciudad como lo exigían los autores del vil panfleto, que se identificaban como miembros de las paramilitares Águilas Negras.

Episodios como éste me recuerdan muchos casos de prácticas artísticas marcadas por contextos sociales y políticos de represión y permanente intimidación. Sin embargo, un narrador oral colombiano solía decir que es “mejor ser con miedo que dejar de ser por miedo”;[i] y el dramaturgo alemán Heiner Müller, que bien sabía de lo que hablaba (sufrió el régimen censor y policial de la desaparecida República Democrática Alemana en tiempos del Muro de Berlín y la Cortina de Hierro), hablaba del miedo como una fuente maravillosa de creatividad: “El miedo es algo tremendamente pedagógico. Sin miedo no habría progreso alguno, no habría cultura. Y ello sigue siendo así a pesar de toda la inflación de miedo que ahora producen los mass-media. Ese miedo también genera creatividad. Es constructivo. El miedo fuerza a hallar soluciones. Cuando uno reprime el miedo, inhibe la resistencia contra lo que da miedo”.[ii]

En cualquier caso muchos grupos teatrales, dramaturgos, escritores y otros artistas colombianos y de muchas latitudes más han tenido que adoptar una actitud consecuente -aprender a convivir con el miedo- frente a las situaciones de temor fácticas o latentes que se viven en los conflictivos contextos de un país y de un mundo contemporáneo tremendamente intimidantes. Yo sólo he querido traer a colación unos pocos casos de artistas e intelectuales que no claudicaron ante el terror.

Un malogrado dramaturgo colombiano

El sábado 29 de septiembre de 1990 José Manuel Freidel no llegó al ensayo de El padre Casafús, de Tomás Carrasquilla, obra que iba a estrenar en los próximos días con su grupo Exfanfarrria Teatro, en Medellín. Al siguiente día una noticia de la prensa local daba cuenta del asesinato con una bala de revólver de un hombre no identificado. Un hermano de Freidel fue al anfiteatro con la esperanza de que aquel N.N. no fuera su propio hermano. No fue así. La víctima era, en efecto, José Manuel Freidel: actor, director y dramaturgo nacido en 1951 y asesinado en Medellín por un desconocido el 28 de septiembre de aquel año, después de salir de un ensayo de la mencionada obra, en un momento en que la ciudad era una de las más violentas del mundo. Cuatro días antes José Manuel había cumplido 39 años.

freidel
José Manuel Freidel
Imagen: http://exfanfarriateatro.org/HTML/3_freidel.html

Como suele suceder en un país amnésico como Colombia, la figura de Freidel es parte de ese gigantesco olvido en que terminan los personajes asesinados por la intolerancia luego de una conmoción nacional o local pasajera, pese a una prolífica carrera teatral, en su caso, que lo llevó a escribir cerca de cuarenta obras, a fundar una de las más importantes y persistentes agrupaciones escénicas de Medellín y el país, Exfanfarria Teatro, a dirigir decenas de montajes, además de crear, impulsar y dirigir otros grupos locales; es decir, pese a una valiosa contribución a las prácticas artísticas locales y nacionales y, con ello, a la sensibilidad de toda una sociedad. El solo hecho de que su asesinato continúe en la impunidad después de veintitrés años es una muestra del desdén estatal ante personajes y crímenes como el suyo. 

“Cuando todos hacíamos teatro de denuncia él, con una voz muy singular y propia, introduce elementos poéticos tanto en el lenguaje como en el estilo de puesta en escena. Sus obras (…) recrean situaciones dramáticas que se enmarcan en momentos que son claves para la historia de Colombia. Ese es para mí uno de sus grandes aportes, la ficción histórica, por decirlo de alguna manera, y un teatro comprometido con darle voz al dolor de la realidad”,[iii] dice la actriz Adela Donadío, que se inició en el teatro de la mano de Freidel.

Freidel no sólo teatralizó la violencia histórica colombiana (fundamentalmente la violencia partidista de comienzos y mediados del siglo veinte) sino la de su propio tiempo y, por supuesto, la que afectaba a su ciudad: vivió, y finalmente padeció en carne propia, la trágica década de los ochenta, acaso la más violenta del siglo en Medellín, de seguro con la certidumbre de que a él también le podría tocar y sin que ello lo inhibiera de seguir creando libre y valientemente pasara lo que pasara y pesara a quien le pesara. Hoy ni siquiera se conoce con certeza quién o quiénes propiciaron y ejecutaron su muerte. Sólo hay conjeturas, pero no se descarta que la paranoia terrorista de aquellos años se haya cobrado la vida de individuos como él si se atiende al hecho de que agentes armados estatales y paraestatales veían en muchos artistas escénicos, entre otros, a virtuales o reales adoctrinadores o propagandistas de la izquierda armada.

El guionista que se enfrenta al macartismo

En 1975 la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood reconoció al guionista, novelista y director Dalton Trumbo (1905-1976), incluido por el Comité de Actividades Antiestadounidenses en su fatídicamente célebre lista negra del cine, como legítimo ganador del mejor guión original de 1956 por la película El Bravo. Trumbo había sido implacablemente perseguido por el Comité, presidido desde 1952 por el senador republicano Joseph McCarthy, cuyo apellido dio lugar al término macartismo como una manera de referirse a las persecuciones políticas gubernamentales sistemáticas e ilegales que aducen traición a la patria, subversión y conspiración contra el estado por parte de determinados ciudadanos puestos bajo vigilancia y hostigamiento constante, negándoseles el principio de presunción de inocencia, el derecho a un debido proceso y con todo ello afectando seriamente su dignidad, su honra, su desarrollo personal, laboral y su libre expresión. De ese modo un gobierno siembra el terror social y se asegura el pleno control de los ciudadanos, permitiéndose toda suerte de excesos de poder a nombre de la seguridad interna. Los de McCarthy llevaron, entre otras cosas, a estigmatizar a cientos de trabajadores del cine (entre guionistas, directores, músicos, técnicos y actores) y de otros sectores, muchos de los cuales perdieron su trabajo, fueron vetados, acabaron en prisión o en el exilio; a algunos incluso se les negó un pasaporte para impedirles trabajar en el extranjero. Muchas reputaciones y vidas quedaron arruinadas. 

Lo snapshot di Dalton Trumbo in carcere. Dalton Trumbo's jail snapshot.. 1950.
Dalton Trumbo cuando fue encarcelado
Imagen: http://www.antiwarsongs.org/canzone.php?id=19233&lang=it

Enviado a prisión en 1950 tras negarse desde un principio (1947) a responder las preguntas del comité, Trumbo hacía parte de un célebre grupo de guionistas y directores conocido como Los Diez de Hollywood, acusados de militancia comunista (era suficiente con ello para ser acusado de deslealtad, subversión y traición a la patria) y que decidieron unirse para defender sus derechos al amparo de la primera enmienda de la Constitución estadounidense. No obstante, el director Edward Dmytryk, uno de sus miembros, quedó en libertad tras confesar su militancia, arrepentirse de haber pertenecido al partido comunista y delatar a 26 correligionarios. El Comité exigía la delación a cambio del indulto: fueron muchos los delatores en la industria cinematográfica, entre ellos directores de la talla de Walt Disney y Elia Kazan. Eran los primeros años de la Guerra Fría, cuya primera baja fue la libertad individual.  

En prisión Trumbo no pudo concluir el guión de El merodeador (The prowler, 1950), que fue completado por otros y dirigido por Joseph Losey, otro ilustre perseguido que marchó a Europa durante los fatales años del macartismo, filmó con seudónimos y se radicó finalmente en Inglaterra, donde realizó sus más importantes películas usando su nombre verdadero. Justamente su primera película importante en Norteamérica había sido El muchacho de los cabellos verdes (1948), metáfora del hombre estigmatizado y discriminado, muy a tono con el comienzo de lo que se dio en llamar como “cacería de brujas” del nefasto Comité de Actividades Antiestadounidenses, instituido en 1938 para luchar inicialmente contra la penetración del nazismo en el país, devenido en la postguerra en un aparato que buscaba eliminar la penetración e influencia comunista, cuyos métodos de intimidación, represión y manipulación social no se diferenciaban mucho de los empleados en la Alemania nazi. Para la muestra, cerca de 30.000 títulos fueron proscritos de bibliotecas y librerías, incluso los que hablaban de Robin Hood, mítico héroe británico visto por el Comité como un precursor del comunismo por aquello de que robaba a los ricos para repartirlo entre los pobres. El dramaturgo Arthur Miller escribiría Las Brujas de Salem como una virulenta metáfora de la moderna cacería de brujas liderada por McCarthy, representando un caso de inquisición en una colonia norteamericana del siglo diecisiete. La obra fue estrenada en 1953. 
  
Tras cumplir una condena de once meses Trumbo se exilió en México, escribiendo guiones para Hollywood con seudónimos. Paradójicamente, los dos óscares que ganó como guionista los firmó con nombres ficticios durante su exilio mexicano de cinco años. El primero -Vacaciones en Roma, firmado como Ian McLellan Hunter- lo recogió su coguionista y el segundo, por El Bravo (1956), nadie: Trumbo fue su único autor y lo firmó como Robert Rich. Hollywood tardó mucho en reivindicar esos premios. Trumbo tuvo que esperar diecinueve años para que la Academia lo reconociera oficialmente como ganador real por el guión de la segunda cinta. Y ya no vivió para ser reconocido como coautor de la primera en 1983: murió siete años antes. A fines de los cincuenta, cuando Trumbo residía nuevamente en su país y las persecuciones macartistas habían cesado (el propio McCarthy había muerto en 1957), aun se dudaba si era oportuno dar a conocer su nombre como guionista de alguna película importante, como fue el caso de Espartaco (1960), que dirigiera Stanley Kubrick. 

Póster del filme El Testaferro (The Front)
Imagen: http://taxi11.blogspot.com/2013/02/the-front-1976-dvdrip-vose.html

Un homenaje a esos corajudos escritores de la pantalla es la película de 1976 The Front (en Latinoamérica, El Testaferro), protagonizada por Woody Allen, escrita por Walter Bernstein y dirigida por Martin Ritt (los dos últimos estuvieron en las listas negras macartistas). En ella Allen interpreta a un cajero de restaurante en los años cincuenta que debido a su amistad con un guionista perseguido por el Comité acepta figurar personalmente como autor de sus guiones para un show de televisión, disfrutando de los privilegios ajenos que supone ser un guionista de éxito, hasta que el Comité cae sobre sobre él y lo declara como otro comunista infiltrado en la industria del entretenimiento.

El documental Trumbo (2008), de Peter Askin, cuenta la historia de este hombre talentoso, audaz y honesto que decidió enfrentarse a un poder inquisitorial y paranoico sin arma distinta que su pluma, prefiriendo la cárcel al sometimiento y la delación, que hizo parte de grupos de resistencia civil, laboral y legal, apoyando causas justas, que desde la triste distancia del exilio, la más dolorosa de todas, siguió creando, y que finalmente retornó a su país para continuar con su labor hasta la muerte, aunque la industria cinematográfica más grande del mundo no le devolviera en vida toda la dignidad y el crédito que le correspondían. Para este año un estudio estadounidense anunció una película de ficción sobre su vida.  

Dalton Trumbo mentre scrive nella sua vasca da bagno. Dalton Trumbo writing in his bathtub.
Trumbo en sus últimos años
Imagen: http://www.antiwarsongs.org/canzone.php?id=19233&lang=it


Lo paradójico de todo esto es que mientras en Estados Unidos y otros países bajo su órbita se perseguía hasta el delirio la penetración comunista, en países como la URSS, la China o Alemania Oriental se hacía lo propio para impedir la penetración occidental. Una película como La vida de los otros (Alemania, 2006), rodada muchos años después de la caída del infame muro berlinés, muestra justamente lo doloroso que es para un artista -un dramaturgo y una actriz en este relato- vivir bajo un régimen. Es que la vida artística siempre ha sido una fuente de libertad. Y la libertad asusta.  A los defensores de las ideologías. 

(Continuará)

la_vida_de_los_otros    
Imagen: 
http://www.entretantomagazine.com/2013/05/11/la-vida-de-los-otros-el-reciente-pasado-aleman-mostrado-como-nunca-antes/

     



[i] Edgar Ágreda, director del grupo Espantamiedos, de Pasto, Colombia.
[ii] Heiner Müller, Germania: Muerte en Berlín y otros textos, ed. y trad. Jorge Riechmann, Navarra,
Argitaletxe Hiru, 1996, p. 168.
[iii] Adela Donadío, en Semana, “Mirada a la Guerra de los Mil Días”, en http://www.semana.com/cultura/articulo/mirada-guerra-mil-dias/58049-3. 

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