lunes, 24 de junio de 2013

BREVÍSIMA SELECCIÓN DE AFORISMOS DE GÓMEZ DÁVILA

Como escribí en mi artículo anterior, la obra de Nicolás Gómez Dávila (1913-1994) está en mora de recibir el reconocimiento que merece en Colombia, a pesar del interés in crescendo que ahora suscita, de los estudiosos de su pensamiento en el país, de las magníficas ediciones de sus obras que ha hecho Villegas Editores (que lo son en todos los casos), de que en países con tradiciones filosóficas tan importantes como Alemania e Italia su trabajo se lea con tanta fascinación como para reivindicarlo no sólo como un escritor de enorme valía sino como un auténtico filósofo. Algunos más, tanto aquí como en Europa, afirman que es el más grande aforista y escoliasta del siglo veinte y uno de los más importantes de todos los tiempos. Que su pensamiento, en fin, seguirá estudiándose y divulgándose no sólo en las próximas décadas sino en los siglos venideros. Pero, más allá de todo esto, creo que lo fascinante de Gómez Dávila es que desde su actitud reaccionaria no intenta persuadir ni convencer sino invitar a dudar por un momento, a pensar, a desconfiar un poco o mucho de lo social, cultural y políticamente aceptado -concretamente de la modernidad y cuatro de sus hijos: la democracia, el liberalismo, el capitalismo y la izquierda-, a ver las cosas de otra manera por un instante y ver qué pasa. Si Gómez Dávila hubiese pretendido otra cosa se habría dedicado, por ejemplo, a la política. Y se cuenta que además nunca quiso aceptar ningún cargo público. Era conservador, católico tradicional, un defensor del catolicismo anterior al Concilio Vaticano II, de las lenguas muertas como el latín y el griego antiguo, del feudalismo, de la aristocracia, un romántico que no creía en revoluciones (ni políticas, ni industriales, ni tecnológicas, ni sociales) como tampoco en el Estado Social de Derecho, que consideraba irreversible y abrumadoramente creciente la decadencia de Occidente a partir de la revolución industrial, absolutamente fatal para la humanidad según él en tanto empezó a destruir la naturaleza homo humana y la civilización; un moralista, claro está. Pero todo lo que acabo de decir es poco y sin duda no le hace justicia a la magnitud y dimensión de su pensamiento. 

Dibujo de Nicolás Gómez DávilaD.R.
Nicolás Gómez Dávila
D.R.
En: http://www.rfi.fr/actues/articles/086/article_3473.asp
  
¿Qué era para el pensador bogotano el mundo moderno? Lo menos que uno podría pensar es que lo veía como un conjunto de esquizofrenias que estaban acabando con el mundo natural del cual somos parte. Aunque Gómez Dávila pudiera considerar aberrante la marcada separación que la cultura hacía de lo humano y lo natural, sus reflexiones y ataques se dirigían a las culturas modernas que parió la revolución industrial, las esquizofrenias con pretensiones globales. Por ello le repugnaba cualquier tipo de colectivización que se impulsara desde la izquierda o la derecha porque veía en ellas la disolución del individuo, por un lado, y la degradación natural, social y política de las clases en beneficio de un dominio estatal o privado claramente laico y despiadadamente perverso, por otro. El liberalismo le parecía desbocado, permisivo, vulgar, propagador de la más vil noción de libertad. El capitalismo, absolutamente complaciente con la codicia y la competencia a todo nivel y a cualquier precio, y por eso mismo incapaz de ponerle límites a la más vergonzosa acumulación de objetos, bienes y servidumbres y a la paulatina aniquilación de la naturaleza. El comunismo, otra forma desnaturalizante de uniformar y enajenar a los individuos y a las clases sociales, otro repartidor de miseria por la vía del igualitarismo y el progresismo, dos enfermedades (por decir lo menos) de la democracia, ese invento griego ensayado a gran escala en el XIX, globalizado y completamente envilecido en el XX. Los medios de comunicación modernos, la peor manera de banalizar, controlar y vulgarizar la vida de las personas. En fin. Gómez Dávila seguramente no veía televisión, no iba al cine ni al teatro, no hacía nada que le quitara tiempo para leer y escribir, tenía una biblioteca que envidiaría cualquier universidad del mundo (adquirida después de su muerte por la Biblioteca Luis Ángel Arango), salía muy poco de su casa. Se cuenta que, si acaso, lo hacía dos veces por semana para ir al centro de Bogotá y pasarle revista a un almacén de telas del que era propietario o asistir a una junta bancaria, según recuerda su amigo Mario Laserna.   

No comparto todas sus ideas pero sí muchas de ellas. En otras me quedo con la duda. Lo interesante es coincidir en muchas cosas con alguien que piensa y escribe desde un horizonte ideológico y vital opuesto al de uno. Las valoraciones que he encontrado de su obra son muy variadas: un filósofo, un pensador comparable con Nietzsche, por ejemplo; un moralista equiparable a La Rochefoucauld o Baltasar Gracián; un admirable ensayista; un literato que descolló en el género del aforismo; un intelectual que escribía libros de opiniones. Por ahí leí que a alguien le parecía un autor de frases de coctel y a un periodista cultural le oí decir que lo consideraba “el primer twitero”, habida cuenta de que los escolios de don Nicolás circulan ahora por redes sociales virtuales. Justamente por todo lo que pueden suscitar sus ideas, quisiera compartir con ustedes esta pequeña selección de aforismos que me he permitido hacer de su último libro publicado en vida, Sucesivos escolios a un texto implícito, que acaso pudiera ser una síntesis de su pensamiento. Una pequeñísima muestra de un pensamiento extenso que resulta placentero asediar, como en una agradable y confrontante tertulia.   

- La ciencia enriquece la inteligencia; la literatura enriquece la personalidad entera.

- Comunicación o expresión no son fines, sino medios, de la obra de arte.

- La historia de estas naciones es poco interesante: historia de segunda mano. Nada original se ha visto aquí; nada tampoco tuvo aquí su mayor brillo.

- La verosimilitud es la tentación en que más fácilmente cae el historiador aficionado.

- El escritor que no se empeña en convencernos nos hace perder menos tiempo, y a veces nos convence.

- No vale la pena escribir lo que no comienza pareciéndole falso al lector.

- El que no duda del valor de su causa no necesita que su causa gane. El valor de su causa es su triunfo.

- Sólo lo inesperado satisface plenamente. 

- La ley es el método más fácil de ejercer la tiranía.

- La conciencia individual es la piedra de escándalo del idealismo metafísico.

- La existencia de la obra de arte demuestra que el mundo tiene significado. Aun cuando no diga cuál.

- Nada le es tan funesto al arte como el entusiasmo del público.

- La fealdad del actual paisaje urbano acusa más al alma moderna que al urbanismo contemporáneo.

- Del que se dice que “pertenece a su tiempo” sólo se está diciendo que coincide con el mayor número de tontos en ese momento.

- La atomización de la sociedad deriva de la organización moderna del trabajo: donde nadie sabe exactamente para quién trabaja, ni quién trabaja para él.

- La permanente posibilidad de iniciar series causales es lo que llamamos persona.

- A pesar de su retórica rebelde el artista contemporáneo se reconcilió con el siglo. El arte moderno se vende porque el artista se vendió.

- Una mayor capacidad de matar es el criterio de “progreso” entre dos pueblos o dos épocas.

- El reaccionario no es un pensador excéntrico, sino un pensador insobornable.

- La raíz del pensamiento reaccionario no es la desconfianza en la razón, sino la desconfianza en la voluntad.

- Frente a las diversas “culturas” hay dos actitudes simétricamente erróneas: no admitir sino un solo patrón cultural: conceder a todos los patrones idéntico rango. Ni el imperialismo petulante del historiador europeo de ayer; ni el relativismo vergonzante del actual.

- El mundo es menos creación de la técnica que de la codicia.

- No calumniar al poder, pero desconfiar de él profundamente, es lo característico del reaccionario.

- La obra de arte no es previsible. Tiene que realizarse para demostrar su posibilidad.

- Se empezó llamando democráticas las instituciones liberales, y se concluyó llamando liberales las servidumbres democráticas.   

- La vida es un combate cotidiano contra la estupidez propia.

- Tratar las cosas con realismo implica cierta bajeza de alma.

- Ideario del hombre moderno: comprar el mayor número de objetos; hacer el mayor número de viajes; copular el mayor número de veces.

- Cuidémonos de llamar “aceptar la vida” aceptar sin resistencia lo que degrada.

- La mentalidad moderna es hija del orgullo humano inflado por la propaganda comercial.

- La civilización es episodio que nace con la revolución neolítica y muere con la revolución industrial.

- La vocación auténtica se vuelve indiferente a su fracaso o a su éxito.

- El espectáculo de un fracaso es tal vez menos melancólico que el de un triunfo.

- No todos los vencidos son decentes, pero todos los decentes resultan vencidos.

- La vida escribe sus mejores textos en apéndices y márgenes.

- Un tacto inteligente puede hacer culminar en perfección del gusto la austeridad que la pobreza impone.

- Sólo es transparente el diálogo entre dos solitarios.

- Ante el marxismo hay dos actitudes igualmente erróneas: desdeñar lo que enseña, creer lo que promete.

- Lo verdaderamente original no es planta salvaje, sino astuto injerto.

- La sociedad moderna no aventaja las sociedades pretéritas sino en dos cosas: la vulgaridad y la técnica.

- Hay lectores que los libros adoptan y lectores que rechazan.

- La historia del “progreso” es el relato de cómo la humanidad se complica inútilmente la vida.   

- La sociedad moderna trabaja afanosamente para poner la vulgaridad al alcance de todos.

- El moderno cree vivir en un pluralismo de opiniones, cuando lo que hoy impera es una unanimidad asfixiante.

- El gesto, más que el verbo, es el verdadero transmisor de las tradiciones.

- El hedonista inteligente se complace ante todo en la felicidad de los que ama.

- Una educación sin humanidades prepara sólo para los oficios serviles.

- Lo técnicamente perfecto es siempre mezquino.

(El siguiente me parece una verdadera gema)

- La “Naturaleza” fue descubrimiento pre-romántico que el romanticismo propagó, y que la tecnología está matando en nuestros días.

- El problema de la creciente inflación económica sería soluble, si la mentalidad moderna no opusiera una resistencia invencible a cualquier intento de restringir la codicia humana.

- Toda mitología es en cierta manera cierta, mientras que toda filosofía es en cierta manera falsa.

- Escribir es muchas veces ineludible; publicar es casi siempre impúdico.

- Madurar es comprender que no comprendimos lo que habíamos creído comprender.

- El tan decantado “dominio del hombre sobre la naturaleza” resultó ser meramente una inmensa capacidad homicida.

- La tecnificación moderna de la agricultura destruyó la sociedad agraria. Transformó una manera de vivir en un simple método de medrar.

- La urbe moderna no es una ciudad, es una enfermedad.

- Pretender que sabe más de lo que sabe es lo que hace insoportable con frecuencia al discurso religioso.

- Las verdades no son relativas. Lo relativo son las opiniones sobre la verdad.

- El individualismo hoy es la única defensa que nos queda contra el colectivismo engendrado por el individualismo de ayer.

- Ser reaccionario es haber comprendido que no se puede demostrar, ni convencer, sino invitar.

Bibliografía:

Sucesivos escolios a un texto implícito, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, serie “La Granada Entreabierta”, vol. 60, 1992.

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